lunes, 17 de agosto de 2009

La Casa Cultural Amón desde su interior

Alonso Fonseca

Colaborador InformaTEC

Frente al edificio principal del Centro Académico se encuentra escondida la entrada a la Casa Cultural Amón. Lo que más se esconde y se guarda es un valioso tesoro, y que más tesoro que este centro artístico.
Custodiada por un árbol de extensas ramas, la entrada de la Casa Cultural exhibe una pared construida totalmente de ladrillos en la que se colocó una pequeña placa con el nombre del lugar al que se estará pronto a entrar. Luego de pasar por el umbral de la entrada principal y de bajar dos escalones, un viejo piano vertical da la bienvenida a la casa. Con muestras de comején y con una orquídea morada en un florero de vidrio transparente puesta sobre el piano, este denota antigüedad y experiencia en la emisión de dulces sonidos.
Al lado derecho e izquierdo se encuentran dos oficinas: la de la secretaria y la de la Unidad de Cultura. Siguiendo el pasadizo, dos cuartos más, contiguos a las oficinas anteriores y cuyas puertas se encuentran una frente a otra, sirven de salas de exposición a pinturas y fotografías, así como aulas para las clases.
El piso de madera de las salas de exposición cruje al pararse sobre este, al caminar, al recorrer estos cuartos llenos de historia. Las amplias ventanas de la sala izquierda dan vista a la calle y dejan entrar la luz del Sol lo más ampliamente posible para poder apreciar las fotografías ahí expuestas. Dos mujeres, una hoja y una playa tienen como fondo las paredes de tablilla pintadas de un rosado suave.
Saliendo nuevamente al pasadizo, encontramos bajo nuestros pies el mosaico original de la casa, de color café, y que además está adornado con dos líneas de un mosaico diferente colocado en los costados del pasadizo en los cuales se dibuja una enredadera que se extiende desde la entrada de los cuartos hasta el cuarto principal, a unos cuatro metros.
Continuando nuestro caminar, paso a paso, las paredes del pasadizo, pintadas de un verde claro y dos puertas blancas frente a nosotros, abiertas de par en par, son una tranquila transición y entrada a la sala principal. Esta, pintada de un color rosado más fuerte que el de la sala de exhibición, crea en las personas que la visitan una sensación de calidez, de acogimiento.
Al entrar, a la derecha se encuentra sobre un pedestal de mármol una pequeña niña esculpida en bronce. En las paredes cuelgan varias pinturas de reconocidos artistas nacionales. Las amplias ventanas de blancos marcos permiten al visitante observar desde adentro de la Casa Cultural un barrio de mucha historia en Costa Rica, hogar de muchas personalidades de este país.
En el techo de la sala cuelgan las luces utilizadas en las presentaciones de teatro y danza que ahí se realizan, luces que iluminan a las personas transformadas en personajes ficticios o históricos; o los movimientos suaves o intensos de los bailarines que con su cuerpo expresan una historia, un sentimiento.
Su estructura completamente de madera, sus amplias ventanas por las que entra la luz que tan bellamente ilumina la tablilla de las paredes pintadas con colores pastel y el antiguo mosaico del piso, el aire que ahí se respira, la calidez que se siente al caminar por sus salas, el misticismo que algunas personas le podrían encontrar a la edificación de gran antigüedad y la historia que se ha forjado y que indiscutiblemente se forjará, hacen de esta casa el lugar perfecto para acoger dentro de sí la expresión y enseñanza de las artes costarricenses.