lunes, 17 de agosto de 2009

Diez Años de Anécdotas



Diez años de anécdotas

Armando Vargas Morera


En comunidad Casa Cultural Amón celebra una década de arte y cultura, pero también de memorias


Armando Vargas Morera Celebrar aniversarios es un pretexto para recordar. De esto dan fe quienes han visto crecer la Casa Cultural Amón y ahora celebran el décimo aniversario de este centro cultura.


Tal casa se ubica en pleno corazón de barrio Amón, junto a la sede del Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR), del cual forma parte. A simple vista parece solo casona esquinera de las de antes pero nada más lejos que eso. De normal, esta casa no tiene nada.
Cada semestre unas 2.000 personas, entre estudiantes universitarios y personas de la comunidad, hacen de esta su escuela, literalmente. Durante toda la semana, los antiguos cuartos y pasillos se llenan con exposiciones, música, teatro, danza, pintura y, sobre todo, gente dispuesta a aprender.
En diez años de historia, la Casa Cultural Amón ha sido en semillero de artistas plásticos, escénicos y literarios. Sus paredes, reconstruidas gracias al mismo esfuerzo de encargados y estudiantes– han sido testigos del nacimiento de nuevos creadores y del paso de conocidas figuras del arte nacional.
“La historia de la casa es la historia de la gente que ha pasado por ella”, dice Alexandra De Simone, actual coordinadora e impulsora del proyecto desde 1986. Diez años de anécdotas le dan la razón.
Empujón. Ningún comienzo es fácil. En 1998, un grupo de personas del ITCR tenían la voluntad y el sueño de montar un centro académico para acercarle el arte a la comunidad. No obstante, la situación no era buena: para lograr aquel objetivo, la universidad solo podía ofrecerles una casa declarada inhabitable y a punto de caerse, y un poco de dinero, apenas para los gastos mínimos.
Gracias a un trabajo de ingenio, que bien podría calificarse de necedad, este grupo de visionarios tomaron aquel inmueble y le devolvieron le devolvieron un aspecto sano a las paredes y al techo.
“Nosotros mismos tuvimos que ponernos a pintar y a cambiar paredes. Lo importante era conservar la estructura tradicional de la casa”, revela De Simone.
Para convertirse en lo que es hoy, profesores, funcionarios y obreros trabajaron por igual para embellecer la estructura. De hecho, una década después, aquel maquillaje interno aún evoca ese encanto de las casas de antaño.
Las paredes externas son una gran pintura que le revela al caminante el carácter artístico del lugar.
Visitas distinguidas. El arte atrae al arte. Así lo prueba la siguiente anécdota: “Aquí venía una señora de esas que les gusta participar en todo: doña Silvia Unfrid. Un día nos dijo que el hijo de ella tenía un grupito de música muy bueno. Vinieron como tres veces a presentarse. Resulta que ese grupito era Éditus y doña Silvia es la mamá de Carlos Tapado Vargas”, cuenta De Simone.
Como el trío, figuras de la talla de Manuel Obregón, Patricio Torres y el guitarrista Juan Carlos Ureña han pasado por las aulas de esta casa: unos como invitados, otros como profesores.
“Juan Carlos (Ureña) fue el primer profesor de música nuestro. Por las noches, daba un curso de guitarra y todas los días se le llenaba el aula hasta con veinte personas”, recuerda De Simone. Hoy, él es hoy uno de lo cantautores costarricenses más reconocidos y se le considera uno de los pioneros de la nueva canción costarricense.
En la danza, el equipo actual de trabajo recuerda con gran cariño a Francisco Ramírez, un bailarín de la Compañía Nacional de Danza que se tomó el trabajo en la casa como un compromiso personal.
“ Pancho comenzó con un curso de baile popular y, poco a poco, les daba (a los alumnos) los principios de danza y hasta un poco de historia. Además, los domingos se iba a las comunidades a dar cursos de danza que nos pedían para los niños. Eso lo hacía feliz… ‘lo hacía’ porque en diez años, también tenemos muertos”, cuenta De Simone.
En los salones de la casa han expuestos destacados artistas como Yamil de la Paz, Esteban Piedra, Nella Salgado, Leda Astorga y Pedro Arrieta. Es más, uno de los cuadros de Arrieta fue seleccionado como símbolo de la celebración de este décimo aniversario.
Las muestras plásticas no solo han dado qué ver y reflexionar, sino también qué hablar.
“Una vez llegó aquí un artista con una obra que era un leño con una estampita del corazón de Jesús pegada con un alfiler. De la estampita salía sangre. Después me di cuenta que la sangre era del artista. La cuestión es que después de esa exposición aquí hubo reacciones. Alguien dijo que cómo era posible que se considerara arte algo como eso”, recuerda entre risas De Simone, amante del teatro.
Desde entonces, todas las exposiciones que se hacen en esta casa tienen un espacio para el encuentro entre el público y los artistas.
“Esto de discutir con el artista no se hace en otras galerías”, vacila César Fallas, uno de los profesores de la institución.
Entre otras anécdotas divertidas figuran unas salidas de unas clases de dibujos, en las que se usaron unos modelos desnudos. “Teníamos que poner un papelito en la puerta que decía ‘Estamos trabajando. Favor no molestar’. Todo el mundo sabía que adentro estábamos pintando un ser humano desnudo y más de uno llegaba solo por la curiosidad. Tampoco falta el que llega a la exposición solo para comer”, asegura De Simone.
El ambiente del centro es muy familiar. Estudiantes y profesores caminan por los pasillos y constantemente todos se ayudan entre sí. Esto ha creado un fenómeno de ‘buena vibra’, dicen ellos. También es una cuestión de complicidad pues la mayor parte de las personas que asisten a la casa llegan sin ser conocedoras del arte y sus encargados agradecen que esto sea así.
“Nosotros queremos dar una visión más didáctica del arte. Nuestros estudiantes no son clientes del arte. Esta casa es abierta y jamás debe sentirse como un espacio exclusivo para los ‘privilegiados que saben’. Es para la gente que quiere aprender”, asegura De Simone.
De cara al futuro. La Casa Cultural Amón cumple diez años de recuerdos como estos. Sin embargo, los recuerdos que se guardan con más cariño son los del proceso mismo de crecer. En este sentido, el aprendizaje ha sido igual para estudiantes, artistas y el público.
“Sin duda, la casa es un punto de referencia, un espacio para que las nuevas generaciones tengan acceso a la cultura. Es una pequeña puerta a un mundo cultural más amplio y del cual vamos a ser parte en unos años”, asegura Adriano Corrales, poeta, ensayista y profesor del taller literario.
Los encargados aseguran que lo más difícil de estos diez años ha sido sobrevivir, ya que la subvención de la universidad apenas alcanza para pagar salarios y servicios.
El equipo de trabajo coincide en que los retos para la próxima década son aún mayores y son buscar la sostenibilidad económica para el proyecto, conocer más al público y proyectarse con más intensidad hacia la comunidad.
“Siento que estamos en un momento muy interesante. Debe celebrarse la trayectoria pero también debe renovarse y enriquecer el porqué estamos aquí. Muchas personas que nos visitan han dicho que esta casa tiene algo: una energía buena. Nosotros sabemos que ese algo es la luz del espíritu humano que ha pasado y pasa por aquí todos los días”, concluye De Simone.

Miércoles de Poesía




La Casa Cultural Amón es un programa de extensión cultural del Instituto Tecnológico de Costa Rica en su Campus Metropolitano de San José. Está ubicada en una casona del histórico barrio Amón, 150 metros al norte de la Alianza Francesa. Allí, desde hace más de una década en su interior se desarrolla una palpitante y movida vida artística y docente: se imparten más de 30 cursos libres, se desarrollan grupos de teatro y de danza, se realizan exposiciones temporales y se editan textos literarios y artísticos.
En los últimos cuatro años vienen funcionado en la Casa, ininterrumpidamente, los Miércoles de poesía, como un proyecto de vinculación autor/público y de proyección de las nuevas tendencias poéticas nacionales y de más allá. La mayoría de poetas y escritores que han leído en esa Casa (los cuales ya suman cientos), tanto ticos como extranjeros, aseguran que el espacio de Amón es no solamente idóneo para las lecturas, foros y conversatorios que se desarrollan, miércoles tras miércoles cada quince días, sino que es un espacio misterioso, de alguna manera mágico, pues está atravesado por cierta aura espiritual que le concede paz y armonía a la vieja casona de madera. Pero además de los Miércoles de Poesía, allí mismo funciona, desde hace tres años, el Taller de Poesia Interactivo dirigido y coordinado por el escritor Adriano Corrales Arias, mismo que creara los Miércoles de poesía. Por esa razón muchos conocen ya ese taller literario por el mismo nombre: "Taller de los Miércoles". De allí han surgido voces nuevas que ha reforzado la admirable producción de poesía costarricense, tales como Ricardo Marín, Alejandro Cordero, William Pérez, Carolina Bustamente (de origen chileno), Roy Marín, y otros nombres que ahora se nos escapan. Lo interesante y propio de este taller es que, además de formar nuevos talentos, los prepara y los enlaza con las editoriales independientes para que puedan dar a conocer sus textos. Y todavía más: algunos de sus miembros activos, como Ricardo Marín, nos anuncian que está en preparación una revista literaria la cual, probablemente, será conocida con el mismo nombre con que ha sido bautizado el Taller: Miércoles de Poesía.

En homenaje al nacimiento de “Calufa”




Noemy Chinchilla Bravo

Diego Barquero Guillénn Chinchilla

InformaTEC


Diez escritores de países latinoamericanos e Italia, y 15 autores costarricenses formaron parte del VI Encuentro Internacional de Escritores que se realizó en diferentes puntos de las provincias de Cartago, San José y Alajuela.
Este año se celebró la actividad en homenaje a Carlos Luis Fallas, “Calufa”, por el centenario del nacimiento de este escritor costarricense. Como es costumbre desde el año 2007, el eje principal de actividades de este Encuentro fue el Centro Académico del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) en San José, lugar donde se llevó a cabo el acto inaugural.
Dentro de los objetivos de este evento estuvieron el dar continuidad a la actividad, acercar a los países a través de sus prácticas literarias y fomentar el intercambio personal, académico y comercial entre las editoriales.
Este Encuentro de Escritores estuvo conformado por varias presentaciones que incluyeron lecturas y conversatorios literarios, en los lugares señalados. Así por ejemplo, se efectuaron lecturas en: la Casa Cultural Amón del Centro Académico, la Asamblea Legislativa, el Café Latino de la Librería Lehmann, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Costa Rica, el Liceo de San Antonio de Desamparados y el café Kaffa en San Isidro de Coronado.
También en Cartago se llevaron a cabo lecturas y conferencias tanto en la Casa de la Ciudad como en la Escuela de Ciencias del Lenguaje del TEC. En este último sitio los poetas Minor González de Costa Rica, Edgardo López de Puerto Rico y María Antonieta Flores de Venezuela efectuaron un recital con la participaron de los asistentes, quienes realizaron comentarios y preguntas sobre la creación literaria de los artistas.
Además, en el Centro Académico de Barrio Amón se realizó una Feria del Libro y de la Revista, en la que participaron editoriales nacionales, en especial editoriales universitarias y alternativas, conjuntamente con la Editorial Costa Rica.

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Grupo Teatro Agosto "21 años viviendo el teatro"



Alonso Fonseca
Colaborador InformaTEC

Las luces bajan poco a poco su intensidad. Los espectadores hacen silencio pues ya saben que comenzará la función. El gran telón de terciopelo rojo se abre. Las luces de los cachos se enfocan en el escenario creando espacios de luz y sombra. Los actores salen a representar seres imaginarios o históricos, salen a ser otras personas.

Teatro: arte que hacen, viven y respiran los integrantes del Grupo de Teatro Agosto del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC).

Desde 1987, el grupo cuenta ya con 21 años de carrera artística. Desde su inicio está dirigido por Alexandra De Simone, actriz y coordinadora de la Casa Cultural Amón.

Según explicó De Simone, el nombre se escogió porque al inicio no tenían nombre, y cuando se iban a inscribir al Festival Nacional de Teatro Popular Grano de Oro decidieron poner, transitoriamente, el mes en el que se encontraban: agosto, y desde entonces adoptaron ese nombre para siempre.

El grupo comenzó “cuando un grupo de insistentes estudiantes de la carrera de Dibujo de Arquitectura (que hoy no existe, y dio lugar a la Escuela de Arquitectura), Administración de Empresas y Producción Industrial, se acercaron a la oficina de la nueva profesora de cultura, hasta que un lluvioso martes a las 8 de la noche, nos reunimos. Desde ese día, no se ha interrumpido la producción anual de teatro”, contó De Simone.

El grupo está constituido por un amplio espectro de personas, algunos son “profesionales, gente de la comunidad, y por supuesto, un conjunto de estudiantes y profesores del TEC atrapados por el teatro”, comentó la directora.

“Mutis”

La obra continúa. Los actores entran, lanzan sus diálogos a los oídos de los espectadores, y salen del escenario, hacen “mutis”. Puede ser que nunca más vuelvan a entrar, que solamente eso debían decir, o solamente eso les permitieron decir. También puede ser que más adelante, mientras trascurre el espectáculo, los actores vuelvan a entrar a lucirse bajo las luces del teatro.

A través de estos 21 años, el grupo ha tenido diferentes repartos. “La gente cambia, va y regresa, se enamora, se inserta laboralmente, pero todo “agosto” sabe que puede regresar cuando quiere, y si hay compromiso y esfuerzo, tiene los brazos abiertos”, dijo De Simone. Actualmente al grupo han regresado tres muchachos que pertenecieron a la primera generación: Alexander Soto, Ana Beatriz Quezada y Leroy Bernard.

Además de representar obras de escritores ya consagrados, o de hacer adaptaciones de cuentos o poemas, el grupo ha creado sus propios textos dramáticos a través de una metodología que consiste en un trabajo de taller con improvisación progresiva y de pulimiento, a partir de un esquema de reflexiones e inquietudes que produce la discusión en el grupo.

Teatro Agosto se ha presentado en diferentes festivales artísticos y teatrales. Algunos de ellos son: Festival Universitario de Teatro, Festivales de Teatro Popular como Palma de Oro (Limón), Chucheca de Oro (Puntarenas), Grano de Oro (San José) en el que ha recibido reconocimientos en diversos años, el Festival de las Artes (FIA) y el Festival Centroamericano de grupos culturales universitarios (FICCUA).

Como en una obra de teatro donde los personajes viven experiencias que no se olvidan, los miembros del grupo han tenido sus momentos especiales: la gira internacional al Festival Centroamericano FICCUA en Managua, la celebración del XX aniversario con la asistencia de 58 exmiembros y los premios nacionales de teatro popular a la mejor propuesta plástica y al mejor actor (Roberto Sancho).

“Antología de 20 años”

En el 2007 el grupo creó una obra resumiendo sus 20 años de carrera. El espectáculo se pensó cuando se encontraban realizando el planeamiento del repertorio de ese año. Montar una escena de todas las piezas de la historia del grupo parecía casi irrealizable pero en el teatro, sobre el escenario, nada es imposible.

La obra “Antología de los 20 años” está formada por escenas de 15 de los 19 montajes que han hecho en esas dos décadas. Hasta ahora se ha presentado en la Casa Cultural Amón, en la Casa de la Ciudad y en 12 comunidades del área metropolitana. El espectáculo todavía lo tienen en repertorio y lo siguen presentando en comunidades. “Hay un promedio de 12 funciones al semestre”, comentó De Simone.

“Este año estrenamos en octubre “Única mirando al mar” de Fernando Contreras, en adaptación libre de Arnoldo Ramos, y recién estrenamos un montaje infantil con texto de dos miembros del grupo, Marilyn Manrow y Michael Porras, que tiene un mensaje de defensa de la biodiversidad, y se llama “Hay animales como hay gente”, explicó la directora.

“Hemos desarrollado historias que nos enorgullecen, hemos colaborado con causas sociales de diferentes índoles, ofrecido talleres y representado a nuestra querida institución y al país”, agregó.

El grupo continua trabajando arduamente, siempre teniendo como meta la creación de obras para el disfrute y la creación de conciencia del público, con el amor a la magia del teatro en sus corazones.

Casi oda a Federico García Lorca (Adriano Corrales, CR)

Miércoles de Poesía en Casa Cultural Amón





Recital de presentación de libro en Casa Cultural Amón, del Instituto Tecnológico

Expone artista plástico cartaginés Sidhartta Mejía


En Casa Cultural Amón
Expone artista plástico cartaginés Sidhartta Mejía· Se inaugura el próximo jueves 13 de agostoLas obras del artista plástico cartaginés, Sidhartta Mejía, se exhibirán desde el próximo jueves 13 de agosto a las 7 pm. en la Casa Cultural Amón, del Centro Académico del TEC, en Barrio Amón.De acuerdo al Coordinador de las Galerías del TEC, César Fallas, la obra de este artista, es producto de elaboración compleja.Su presentación técnica es impecable, su relato conceptual palpable como un sutil estímulo a la retinadel espectador.Pero sobre todo constituye un espacio de investigación donde el artista explora con curiosidad suantojadizo ser creativo.La obra que, desde ese jueves 13 en la noche se podrá contemplar, presenta dos vertientes donde se proyecta la investigación del artista:La primera es el desarrollo de una obra plástica producto de una exhaustiva investigación en la técnicade la pintura aerosol, señaló Fallas.Formas denotadas por su textura disímil, dinámicos contrastes entre las formas ilegibles y el fondolimpio. Elementos gráficos que se desvanecen para atarnos a una imposible intelección.La segunda vertiente es la relación que la obra guarda para con el espectador, se dispone a ser leídaestereoscópicamente; por lo que el observador sucumbe a una relación empática con la obra.

La Casa Cultural Amón desde su interior

Alonso Fonseca

Colaborador InformaTEC

Frente al edificio principal del Centro Académico se encuentra escondida la entrada a la Casa Cultural Amón. Lo que más se esconde y se guarda es un valioso tesoro, y que más tesoro que este centro artístico.
Custodiada por un árbol de extensas ramas, la entrada de la Casa Cultural exhibe una pared construida totalmente de ladrillos en la que se colocó una pequeña placa con el nombre del lugar al que se estará pronto a entrar. Luego de pasar por el umbral de la entrada principal y de bajar dos escalones, un viejo piano vertical da la bienvenida a la casa. Con muestras de comején y con una orquídea morada en un florero de vidrio transparente puesta sobre el piano, este denota antigüedad y experiencia en la emisión de dulces sonidos.
Al lado derecho e izquierdo se encuentran dos oficinas: la de la secretaria y la de la Unidad de Cultura. Siguiendo el pasadizo, dos cuartos más, contiguos a las oficinas anteriores y cuyas puertas se encuentran una frente a otra, sirven de salas de exposición a pinturas y fotografías, así como aulas para las clases.
El piso de madera de las salas de exposición cruje al pararse sobre este, al caminar, al recorrer estos cuartos llenos de historia. Las amplias ventanas de la sala izquierda dan vista a la calle y dejan entrar la luz del Sol lo más ampliamente posible para poder apreciar las fotografías ahí expuestas. Dos mujeres, una hoja y una playa tienen como fondo las paredes de tablilla pintadas de un rosado suave.
Saliendo nuevamente al pasadizo, encontramos bajo nuestros pies el mosaico original de la casa, de color café, y que además está adornado con dos líneas de un mosaico diferente colocado en los costados del pasadizo en los cuales se dibuja una enredadera que se extiende desde la entrada de los cuartos hasta el cuarto principal, a unos cuatro metros.
Continuando nuestro caminar, paso a paso, las paredes del pasadizo, pintadas de un verde claro y dos puertas blancas frente a nosotros, abiertas de par en par, son una tranquila transición y entrada a la sala principal. Esta, pintada de un color rosado más fuerte que el de la sala de exhibición, crea en las personas que la visitan una sensación de calidez, de acogimiento.
Al entrar, a la derecha se encuentra sobre un pedestal de mármol una pequeña niña esculpida en bronce. En las paredes cuelgan varias pinturas de reconocidos artistas nacionales. Las amplias ventanas de blancos marcos permiten al visitante observar desde adentro de la Casa Cultural un barrio de mucha historia en Costa Rica, hogar de muchas personalidades de este país.
En el techo de la sala cuelgan las luces utilizadas en las presentaciones de teatro y danza que ahí se realizan, luces que iluminan a las personas transformadas en personajes ficticios o históricos; o los movimientos suaves o intensos de los bailarines que con su cuerpo expresan una historia, un sentimiento.
Su estructura completamente de madera, sus amplias ventanas por las que entra la luz que tan bellamente ilumina la tablilla de las paredes pintadas con colores pastel y el antiguo mosaico del piso, el aire que ahí se respira, la calidez que se siente al caminar por sus salas, el misticismo que algunas personas le podrían encontrar a la edificación de gran antigüedad y la historia que se ha forjado y que indiscutiblemente se forjará, hacen de esta casa el lugar perfecto para acoger dentro de sí la expresión y enseñanza de las artes costarricenses.

El Centro Académico y su historia



El Centro Académico del Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC), ubicado en Barrio Amón, acaba de celebrar su XXXII Aniversario.
Esta sede del TEC está llena de historia. Para conocerla a fondo, es necesario saber quienes fueron sus protagonistas y las fechas importantes en las que se dieron los acontecimientos que dan como resultado la instauración de la sede de San José donde actualmente se ubica.
Todo comienza con Minor Cooper Keith. Este empresario estadounidense creó la United Fruit Company en 1899. Esta empresa se encargaba de la plantación y exportación de banano en Centroamérica y el Caribe. Aquí en Costa Rica, se encargó de terminar la construcción del ferrocarril y la implantación de su empresa en nuestro territorio. Rafael Keith, hijo de Minor, fue quien ayudó a la creación del Centro Académico.
El ingeniero Rafael Keith se graduó de la Universidad de Cornell, Nueva York, en 1930 y 1933. Aquí en Costa Rica, junto con el Ing. Antonio Fernandez y el Lic. Mariano Ramírez, fundó la Escuela Técnica Nacional en 1949. Esta Escuela tenía la intención de dar a los varones jóvenes, conocimientos en especialidades técnicas como aritmética, ciencia general, dibujo mecánico, castellano, álgebra, química, electricidad y física experimental aplicada.
Esta Escuela contaba con subvención nacional y el apoyo de empresas privadas para proveer el dinero suficiente para sus labores.
El Tecnológico, por su parte, había creado la Oficina del Instituto en San José en el mes de noviembre de 1975. La oficina se ubicó en el segundo piso del Edificio Mendiola, perteneciente a la Inmobiliaria MENBEN Ltda.
El 10 de enero de 1977, dos funcionarios del TEC estuvieron buscando otro local para la sede de San José. Analizaron locales en Barrio Aranjuez, Barrio Los Yoses, Barrio La Granja y Barrio Escalante, pero se decidió mantenerla donde se encontraba en ese entonces.
Durante varios meses, comentó a algunas personas que quería traspasar el edificio de su Escuela Técnica al TEC. El 28 de abril de 1977, en una reunión de la Junta de la Escuela, se aprobó el traspaso del lote, el edificio y todo el mobiliario al Instituto.
El 24 de junio de ese año, Keith escribió una carta remitida a la Junta de la Escuela expresando: “Por razones de edad y salud el suscrito ha decidido traspasarle la Escuela Técnica Nacional, al Instituto Tecnológico de Costa Rica”.
En esa misma carta, se detalla la razón por la que se escogió al TEC: “Se ha escogido al Tecnológico por ser la entidad que tanto en el criterio del suscrito, como de un grupo de amigos al efecto consultados, nos ha parecido ser la entidad que con mayor acierto pudiera continuar y ampliar la labor, que durante los 27 años recién pasados, hemos venido llevando a cabo en la Escuela Técnica Nacional”.
En esta carta se incluyó que lo ahí escrito tendría efecto a partir del 30 de junio de ese mismo año. Días después, el sábado 2 de julio de 1977, se publicó en la Gaceta el Decreto Ejecutivo en el que se estipula el traspaso de todo el mobiliario y los aparatos construidos o adquiridos por la Escuela Técnica al Tecnológico, con lo que se oficializa la obtención del edificio por parte del TEC.
Este, dentro del contrato de traspaso, se comprometió a asumir la amortización del saldo de la hipoteca del edificio con el INS, como única deuda pendiente. Además, el Instituto recibiría el dinero que el Estado aportaba a la Escuela durante un tiempo determinado.
Ya para el 15 de noviembre de 1977, el TEC le escribió a Inmobiliaria MENDEN Ltda. para comunicarles que dejarían de utilizar su edificio como sede, puesto que ya tenían un edificio fijo.
El primer director de la Sede San José del Instituto Tecnológico de Costa Rica (todavía no se llamaba Centro Académico) fue el Ing. Juan Antillón.
Un dato curioso que se encuentra registrado es que se había propuesto darle el nombre de “Ing. Rafael W. Keith Alvarado” a la Sede, pero Keith, en una carta dirigida al rector Vidal Quirós, le dijo que deseaba que desistieran de la idea por dos razones: primero, porque no era el único que fundó la Escuela, y segundo, porque si se le ponía su nombre, “provocaría mucha correspondencia y llamadas telefónicas dirigidas a mi persona preguntando detalles sobre los cursos, etc. Esto es precisamente una de las cosas que yo he querido eliminar al retirarme como director de la Escuela Técnica Nacional”.
El nombre de “Centro Académico” no apareció hasta el 17 de diciembre de 1982, cuando en el Estatuto Orgánico del TEC, en el artículo 65, se le da ese nombre: “El Instituto Tecnológico de Costa Rica puede realizar sus actividades en otros lugares fuera de su Sede Central (…) Estas actividades se podrán constituir como estructuras organizativas con carácter de Centro Académico o de Sede Regional, con criterio de desconcentración técnica y administrativa.”
El Estatuto Orgánico es el documento donde se detalla toda la estructura que tendrá el TEC a partir de ese momento. Sin embargo, no fue sino hasta el 24 de enero de 1983 que comenzó a regir, cuando fue publicado en la Gaceta. Es a partir de esta fecha, cuando, formalmente, se crea la estructura de Centro Académico, dándole al edificio que anteriormente se había obtenido, el nombre con el que es conocido actualmente.